Hoy estamos ante un nuevo momento para la América Latina, una nueva oportunidad de emancipación. Estamos ante la posibilidad de dejar de ser el cuarto trasero del mundo, para pasar al frente y convertirnos en vanguardia. Por primera vez en América Latina, empieza a configurarse un escenario que nos permitirá hablarle al mundo en condiciones de igualdad.
Desde 1492, los latinoamericanos sufrimos la barbarie, la exclusión y la imposición de un sistema de valores creado lejos de nuestro contexto y sin compromiso con nuestro futuro. La conquista
significó para nosotros “el encubrimiento del otro”, el desconocimiento, la descalificación, el “epistemicidio”, es decir la destrucción de culturas enteras, sus saberes y conocimientos. A decir de Eduardo Galeano, la región ha existido “al servicio de las necesidades ajenas, como fuente y reserva del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos”. Nuestra propia riqueza fue fuente de la prosperidad de otros que consolidaron sus imperios, mientras nosotros quedábamos sumidos en nuestra propia pobreza.
Hoy estamos ante un nuevo momento para la América Latina, una nueva oportunidad de emancipación. Estamos ante la posibilidad de dejar de ser el cuarto trasero del mundo, para pasar al frente y convertirnos en vanguardia. Por primera vez en América Latina, empieza a configurarse un escenario que nos permitirá hablarle en condiciones de igualdad y mirando a los ojos al mundo. No estamos para ir a la retaguardia, para ser humillados o estigmatizados. Somos una América Latina digna, llena de potencialidades y con capacidad no solo de aprender sino de aportarle muchas cosas al mundo. No sucederá de la noche a la mañana, será un proceso de largo aliento, pero que ya está sucediendo.
Es indispensable que seamos capaces de consolidar una América Latina indignada con la desigualdad extrema que hoy la caracteriza, una América Latina solidaria con el sueño de una región sin esas brechas profundas que llevan a unos a la opulencia y a otros a la miseria, sin exclusión ni excluidos, y una América Latina soberana para realizar ese sueño, que se caracterice
por su coraje ético para llevar a cabo, con total coherencia, una cruzada de estas dimensiones.
Si aspiramos con convicción a un verdadero cambio de época histórica es necesario que revisemos y reconfiguremos las relaciones de producción, las relaciones de poder, los modos de vida y la cultura que han prevalecido. No podemos pretender el cambio, si seguimos bajo las mismas estructuras. Es necesario que emerjan nuevas ideas, nuevas técnicas y nuevas formas de ejercicio del poder, que son las que van a consolidar esa nueva época. Esos cambios que privilegian lo humano, lo social, lo ecológico y lo ético (género, feminismo, ambientalismo, democracia participativa, cambio climático, biodiversidad, diversidad cultural, etc.) forjan esa “otra” época, una en la que se privilegia la vida.
Y este camino hacia una mayor soberanía de la región, sólo puede ser construido con solidaridad
regional. La solidaridad, es una fuente de emoción, inspiración, pasión y compromiso, más aún en un mundo en el que la premisa es competir y pasar por encima del otro. Sólo ante un acto de
responsabilidad y compromiso internacional de quienes más han afectado al planeta, podrá sustentarse la solidaridad y la cooperación que se requiere en este momento, entre todos los pueblos del mundo. Se trata de construir un nuevo paradigma que vaya mucho más allá de garantizar el cumplimiento de objetivos de "cálculo económico". Se trata, ya no simplemente de contemplar lo que está sucediendo e ir a la retaguardia de los acontecimientos, sino de ser vanguardia para anticiparse a los problemas y ser capaces de crear un nuevo modelo de sociedad, de civilización y de mundo.
Y es en este contexto que emerge la posibilidad de consolidar una verdadera agenda de integración regional que nos permita, por primera vez en la historia, actuar como un bloque fuerte con capacidad de negociación
ante el mundo. El crecimiento económico de la región no se detiene y la demanda de los países extranjeros por productos agrícolas, hidrocarburos y otras materias primas crece cada día. Es el momento de superar las viejas rencillas que nos han dividido históricamente y que no han permitido el florecer de una región que se levanta y que puede constituirse en potencia. No podemos seguir en una lucha leonina por el liderazgo regional o divididos por viejos conflictos bilaterales.
Ya ni siquiera estamos ante la utopía de consolidarnos como la “patria grande”. Existe la necesidad imperiosa de una reconcepción de la polis mundial, de una “patria planetaria” en la que juntos pongamos en marcha esfuerzos comunes que garanticen justicia entre los seres humanos y una relación armónica y equilibrada entre la naturaleza y la humanidad entera, que siembre el sentido de la unicidad como especie.
Nunca antes habíamos visto con tanta ilusión la llegada de un nuevo tiempo y de esa fuerza incontenible para vivirlo a plenitud, para moldearlo, para hacer de él un porvenir más allá de la eterna historia de desdichas e injusticias que nos privaron de lo que hoy es una realidad: la de un nuevo momento. Estamos listos para aportar, para seguir creando, para seguir luchando y construyendo de la mano de la gente, ahora desde una mirada latinoamericana que se volverá global y que será el hito que nos permitirá marcar otro destino para un mundo que se deshace y una humanidad que necesita salvarse.
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La democracia en el mundo se enfrenta quizás a sus horas mas difíciles. Pasamos de la sociedad de la post verdad, a la sociedad del algoritmo y ahora a la sociedad de la inteligencia artificial. ¿Qué tiene que ver todo esto con el debilitamiento de la democracia y que papel tiene la ciudadanía en este contexto?
Hoy estamos ante un nuevo momento para la América Latina, una nueva oportunidad de emancipación. Estamos ante la posibilidad de dejar de ser el cuarto trasero del mundo, para pasar al frente y convertirnos en vanguardia. Por primera vez en América Latina, empieza a configurarse un escenario que nos permitirá hablarle en condiciones de igualdad